
En la Paz, por ejemplo, miran a otro lado cuando les dicen que tienen el palio más endeble de toda la Semana Santa. El Amor y la Amargura han tardado en reconocer que sus imágenes se estaban degradando. Podemos seguir pero centrémonos en Las Siete Palabras donde el asunto de la Virgen de la Cabeza viene siendo objeto de debate desde que Escamilla hizo una imagen, que ni a él mismo le gustaba, aprovechando el busto de un ángel.
Las hermandades en la historia han tendido a buscar la excelencia. La cofradía de San Vicente, que tiene un pasado rico y un paso de misterio excepcional, arrastra desde 1958 el tema de la Virgen. Ahora, un grupo de hermanos que no pertenece a la aristocracia corporativa propone por segunda vez que una espléndida dolorosa de Miñarro llegue para que salga bajo un palio que por mucho que reformen no cuajará hasta que se ataje el principal problema que tiene.
El tren vuelve a pasar. De un debate sereno ordenado y desapasionado depende que esta histórica cofradía zanje un asunto que, de lo contrario, le perseguirá para siempre.
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